Que los campos y clubes de golf son uno de los eslabones de la cadena de la industria que más está sufriendo esta crisis del coronavirus es algo tan obvio como palpable. Si las instalaciones no abren, no hay ingresos, más allá de aquellos derivados de las cuotas de socios y que en la enorme mayoría de los clubes de España suponen una cantidad mínima de su facturación total.
Estando cerrados están sufriendo. Esto es algo que parece de perogrullo. No sólo sufren porque no se venden greenfees, tampoco se consume en sus bares y restaurantes, ni se compra en sus tiendas, no se alquilan ‘trolleys’, buggies, ni se contratan clases con los profesores… El cierre es un drama, pero mal que bien, con las ayudas prometidas, que ojalá lleguen por parte de las instituciones públicas, cada uno ha establecido su particular plan de contingencia para intentar sobrevivir. El próximo problema, que puede ser aún más grave que el de estar cerrado, sí, mucho más grave, es qué va a pasar cuando se vuelva a abrir. Esta es la gran y lógica preocupación hoy en día de los campos de golf.
Si atendemos a lo que se está filtrando por parte del Gobierno a los medios de comunicación, todo apunta a que la vuelta a la normalidad se hará poco a poco, de manera escalonada. Es decir, esto no va a ser tocar un botón y decir, ¡hala!, todo abierto como antes, a jugar, consumir, comprar, juntarse… No, no parece que los tiros vayan precisamente por ahí y aquí es donde radican los problemas futuros de los campos de golf.
El día que el Gobierno autorice su apertura el negocio no va a ser el mismo. Aquellos que vivan del turismo, ya decimos, más del 95 por ciento de las instalaciones, apenas van a tener clientes en las primeras semanas o meses. No se sabe cuándo se va a reactivar el turismo internacional, pero va a costar, y seguramente más en un país como España, colocado en la parte más alta del escalafón mundial de contagiados y muertos por el COVID-19. Los turistas, y también los turistas de golf, que son muchísimos en nuestro país, van a tardar en regresar.
Tampoco el turismo nacional, otra fuente de clientes de los campos de golf, va a regresar a la normalidad de un día para otro. No son pocos los expertos que advierten de que al principio nos va a costar movernos incluso para salir de casa, por lo que imagínense para salir de vacaciones a otro punto del país.
Del mismo modo, no es de extrañar que en los primeros días, semanas o meses de apertura se establezcan límites a la práctica del golf. Es muy posible que como máximo sólo dejen salir de dos en dos jugadores y más espaciados en el tiempo, igual cada 20 o 25 minutos en lugar de cada diez. La conclusión es muy simple. Menos jugadores y más tiempo de intervalo suponen menos greenfees. Menos ingresos. Además, como ocurre en Estados Unidos, no sería extraño que inicialmente no dejen abrir los servicios de hostelería o las tiendas.
En definitiva, el regreso de los campos a su actividad económica cuando se vuelvan a abrir va a ser, en el mejor de los casos, a medio gas, por no decir a un cuarto o a un diez por ciento de gas. Si hay menos clientes, si hay menos servicios y si hay menos facturación, se hace impensable mantener el mismo nivel de gastos. Simplemente sería inviable. Si la instalación funciona a un diez por ciento, por ejemplo, no se puede mantener a una plantilla de trabajadores como si estuviera a un ritmo del 80-90-100 por cien. Entre otras cosas porque una buena parte de esos empleados estaría con los brazos cruzados.
Los campos de golf de España están deseando abrir sus puertas y volver a recibir a sus socios, amigos, clientes y golfistas, pero siempre y cuando se haga con unas garantías de viabilidad empresarial. Lo que sería un error mayúsculo por parte del Gobierno sería declarar la apertura de los campos de golf y obligarles a reintegrar a todos sus trabajadores desde el primer día. No sólo sería un error, estaríamos hablando de una barbaridad que podría terminar con el cierre de instalaciones y la pérdida de muchos puestos de trabajo. Sería mucho más positivo aprobar otras medidas intermedias, como alargar los ertes en los primeros meses, tal y como se van a hacer con muchos hoteles de España, para mantener la viabilidad a la espera de que se recupere la actividad a los niveles de antes del coronavirus.
La solución a esta realidad es una apertura progresiva y la mejor manera de hacerlo sería haciendo efectiva de una vez por todas una vieja demanda de la industria del golf. Los campos deberían ser considerados instalaciones turísticas y recibir idéntico trato que todas las actividades que en España se consideran turismo, por ejemplo los hoteles –de hecho no son pocos los hoteles en España que ofrecen un campo de golf entre sus atractivos–. Quien no vea que el golf está estrechamente relacionado con este sector es que está ciego o no quiere ver. El golf es un deporte, sí, parece que ese debate por fin está superado, pero también es un motor turístico en nuestro país. Son muchísimos los visitantes que cada año aterrizan en España con el principal aliciente de jugar al golf. Después hacen otras cosas, qué duda cabe, van a la playa, comen, visitan museos, compran… pero lo primero que facturan en su aeropuerto antes de emprender el viaje es la bolsa de palos.
De las más de 350 instalaciones de golf que hay en España, más del 95 por ciento dependen casi exclusivamente o en gran parte del turismo y por ello deberían ser considerados como tal. El Gobierno está preparando una serie de medidas para ayudar al turismo. Es necesario porque gran parte de nuestro Producto Interior Bruto depende de ello y hay que salvaguardarlo como sea. En este paquete de medidas deberían estar contemplados también los campos de golf –incluido cómo no un cambio en el IVA del 21 por ciento que se paga en la actualidad al 10 por ciento que afecta a las instalaciones turísticas–. España debe proteger su turismo y esto significa también proteger al golf por lo que supone de incentivo directo y claro para este sector.
La vieja aspiración de la industria del golf español cobra hoy más sentido que nunca. Los campos y clubes de golf deben ser considerados instalaciones turísticas. Es el momento idóneo para hacerlo y así debería considerarlo el Gobierno de España. Ojalá no deje escapar esta oportunidad.
No hay que olvidar, además, que muchos campos y clubes de golf han arrimado el hombro durante la crisis, cediendo por ejemplo personal y maquinaria a los ayuntamientos para la desinfección de plazas y calles. También, aseguran desde la Asociación Española de Campos de Golf que son algunos los que se han resistido a realizar ERTES entre sus trabajadores y muchos los que, habiéndolos pedido, han adelantado a cuenta los salarios mientras no reciban la prestación por desempleo y en algunos casos han complementado la pérdida de poder adquisitivo. Es el momento de que las instituciones públicas den un paso adelante y de una vez por todas se considere al golf como una parte muy importante de la actividad turística de España. Golf es turismo.
*Artículo de opinión publicado en TenGolf.